sábado, 13 de octubre de 2018

“Mamà, no quiero ir más a la escuela”.


¿Qué podemos hacer cuando nuestro hijo con  enojo o  tristeza  nos dice que no quiere ir más a la escuela debido a conflictos interpersonales  ?

Una de las situaciones que más angustian a los padres es ver sufrir a su hijo por un problema social. Ser dejado de lado, ignorado, menospreciado, o burlado por  presentar dificultades de algún tipo, o por ser muy bueno en algo, duele y nos duele. Es decir que cualquier situación de intercambio social que produjo dolor en el niño, causa en los padres una gran impotencia y angustia.


Los niños están aprendiendo a relacionarse, están desarrollando habilidades sociales como jugar en grupos, compartir materiales, hacer acuerdos, expresar desacuerdos, liderar, descubrir afinidades con algunos pares y malestar con otros .Ellos aun están en proceso de adquisición de estas habilidades socio-emocionales que son las que les permitirán gestionar las emociones intensas que acompañan  estas interacciones sociales.





Estas primeras interacciones sociales están cargadas de emociones. Enojos, frustraciones, miedos, alegrías, celos , tristeza. Los niños están aprendiendo a reconocer estas emociones y a gestionarlas .
Aun estallan en enojos cuando el grupo no sigue sus reglas de juego, explotan de rabia cuando pierden o sienten mucha tristeza cuando no son los elegidos . Gestionar un enojo, tolerar la frustración, expresar tristeza, enfrentar miedos sociales requiere de contar con habilidades socioemocionales. Y estas habilidades se aprenden en la interacción social, no están aún consolidadas en los niños. Están en proceso de aprendizaje. Por este motivo es que muchas veces necesitan de un adulto para ayudarlos a gestionar las emociones que acompañan los conflictos interpersonales.
¿Qué podemos hacer cuando nuestro hijo lleno de dolor  nos dice que no quiere ir más a la escuela?
Hay varias cosas que podemos hacer. Quizás la más importante de todas sea calmarnos a nosotros mismos.
Lo primero que tenemos que  saber es que ver a nuestro hijo sufrir por situaciones sociales que escapan a nuestro control, activa en nosotros emociones muy intensas. Nos sentimos conmovidos ante su angustia , compungidos, y nos desbordan las emociones. En ese estado emocional no es bueno tomar decisiones. Así que si pensaste en tomar el celular y llamar a la madre del niño que lastimo a tu hijo, o si decidiste ir como un rayo a la escuela a quejarte por lo sucedido ,no es una buena idea en este primer momento. Ya habrá un momento para hacerlo.

Cuando estamos muy tomados por una emoción no podemos tomar buenas decisiones .
Las neurociencias confirman esto ya que cuando estamos tomados por emociones intensas la parte media del cerebro donde se alojan las emociones, toman nuestra parte pensante a través de un secuestro emocional. De modo tal que la parte pensante no puede funcionar bien ni tener  claridad porque  la parte emocional está completamente desbordada. Por eso no es una buena idea tomar acción, o decidir algo. Hay que esperar que las emociones bajen en intensidad. Esperar que baje la frustración, el enojo, la angustia del momento.
“Recordar que cuando siento intensidad emocional, mi mente se agita y tomo decisiones erradas.”
También tenemos que saber que las emociones se contagian, ver a alguien angustiado  nos angustia y mucho más si es nuestro hijo. Eso es algo esperable casi inevitable. Lo que no es inevitable es magnificar esas emociones. Cuando a través de lo que hablamos, lo que contamos en casa acerca de lo sucedido, empezamos a decir cosas como “esto es terrible”, “ Pobrecito está destruido, no sé cómo se va a recuperar”, “esto es muy difícil de solucionar”. A través de estas conversaciones las emociones comienzan a tomar dimensiones enormes, se magnifican. Entonces lo más probable que pase es que comencemos a tener una percepción distorsionada de la realidad. Podemos empezar a pensar que si a nuestro hijo no lo invitaron  a un cumpleaños es el fin del mundo, o que si en la escuela se peleo con un compañero es para hacer un cambio de escuela, o si le fue mal en un examen es una tragedia. Lo que nos pasa es que tenemos una percepción distorsionada de la realidad producto de haber magnificado las emociones.
Por eso lo primero es calmarnos y recordar que cuando estamos tomados por las emociones no es una buena idea tomar una decisión. Segundo cuidar que nos estamos contando a nosotros mismos y a los que nos rodean acerca de lo sucedido .Sobretodo cuidar que cuento de lo sucedido delante de mi hijo .Las palabras que usamos para describir una situación son poderosas porque mueven emociones en los niños. Antes de hablar delante de tu hijo piensa como se sentirá después de escucharte hablar. ¿Aumentara su confianza o caerá a pique?, ¿sentirá calma y comprensión, o temor y ansiedad?
Ahora te estarás preguntando y cómo ayudo a mi hijo ¿qué hago?
 ¿Qué puedo hacer si me cuenta angustiado que lo lastimaron emocionalmente por que le dijeron algo ofensivo, usaron un apodo que lo lastimo, lo dejaron de lado o  lo excluyeron  de un juego por el motivo que sea?
Lo más importante es no dudar de lo que su hijo le cuenta, no desconfiar de su relato  ni creer que exagera. Es lo que el sintió.
Si se trata de una pelea , o situación donde vivió una agresión física lo más probable es que incluso minimice algunos hechos .Puede decirnos:”Quizás me pego sin querer, o fue en broma” , esto lo hace para no angustiar a los padres o para no defraudarlos por no haberse podido defender. Si su hijo se animó a hablar, necesita confiar en que lo van a ayudar sin perder la calma.
Existe un primer momento que es el de la descarga emocional Permitirles llorar, enojarse, estar tristes. Este momento, no es el momento de dar consejos y sugerencias. Ellos no necesitan escuchar “nuestra voz de la experiencia”, necesitan contención .Así que lo mejor es cerrar la boca y abrir los brazos. Contener  y escuchar. Evite decirle  “deberías haber hecho…”,”Porque no le pegaste” “Como vas a dejar que te diga eso”. Estas sugerencias  lo harán sentirse culpable  de lo ocurrido y lo más probable es que deje de contarnos .Sino implemento ninguna de esas sugerencias es porque siente que no puede hacerlo.
Necesitamos en este primer momento escucharlo. Existe un tipo especial de  escucha para estas situaciones.

Es   la escucha empática. Consiste en escuchar sin interrogar, ni juzgar lo que paso. Podemos utilizar algunas expresiones como “Imagino como duele que no te hayan invitado a esa pijama”, “comprendo tu dolor””Entiendo lo que estas pasando”. Si tenemos alguna historia personal similar, podemos contarles “A mi alguna vez me paso algo parecido”. En este primer momento los niños necesitan descargar lo que les paso y sentirse comprendidos. Todos los niños tienen recursos para defenderse, y se activaran si dominamos nuestra tendencia a hacer comparaciones y sentirnos con el derecho de juzgarlos.”Porque no se la devolviste “,”Hace como tu hermano que no le importa el que dirán””De nuevo llorando, así no solucionamos nada. Defiéndete”. Cuando juzgamos su accionar, su sentir y comparamos, el corazón de los niños late muy deprisa y se cierra por temor a seguir "defraudando"  por no poder hacer y ser lo que se espera de él. 
 En este primer momento los niños necesitan descargar lo que les paso y sentirse comprendidos.
Después hay un segundo momento, que no tiene que ser inmediato. Cuando las emociones bajaron en intensidad. Donde podemos pensar juntos soluciones. 

Lo más importe es transmitirles  que más allá de lo que otros piensen o digan acerque de él, él es una persona muy valiosa y se merece siempre un buen trato.
Recordarle que por que “fulanito” lo diga no tiene porque ser una certeza. Enseñarle que la opinión más importante que el  tiene que escuchar, es la de el mismo. Y si esa opinión está teñida de negatividad y criticas, es hora de cambiarla por una opinión más positiva y cariñosa con el mismo. 
Desde casa podemos comenzar a modificar esa opinión acerca de si mismo mostrándole sus áreas luminosas, recordándole sus logros y sus victorias. Nunca nos pueden faltar oportunidades para hacer sentir a un niño que es capaz, sobre todo si la está pasando mal. 
Podemos activar conversaciones positivas, y hacer preguntas poderosas para abrir la mente a nuevas posibilidades. También podemos invitarlo a ponerse metas concretas, escribirlas y crear planes para alcanzarlas .Cuando los chicos tienen una meta en mente se sienten más fuertes y concentrados .Esto hace que la opinión de los demás impacte menos o afecte su confianza por un periodo más corto de tiempo. 
Si el conflicto interpersonal crece en dimensiones, tornándose en acoso, es necesario hablar con la escuela para que tome las medidas pertinentes para dicha situación.Es muy importante establecer un diálogo fluido con la escuela, el trabajo conjunto es un pilar fundamental para ayudar a los chicos a recuperar su seguridad y bienestar emocional.

 Siempre recuerda que cuando un niño está en problemas cierra la boca y abre los brazos. Los niños muchas veces no necesitan respuestas, solo necesitan que los escuchemos y expresar como se sienten sin ser juzgados. Nuestros brazos son el refugio  que los niños necesitan para recordar que más allá de lo pase ellos son muy  valiosos y amados.
La clave es transmitirle en todo momento que más allá de lo que otros piensen o digan  acerca de él, él es una persona valiosa.

                                                                          Con infinita comprensión 
                                                                                  Mariana de Anquin

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